Huaraz en Línea.- Jesús recorre la ciudad de Jericó. Allí vivía Zaqueo, un rico, rechazado por sus paisanos, Se había enriquecido ilícitamente como cobrador de impuestos al servicio del Imperio de Roma. Se sube a un árbol, quería ver a Jesús. Jesús lo vio y le dice: Zaqueo, baja pronto, hoy tengo que hospedarme en tu casa”. Zaqueo bajó y lo recibió muy contento” (vv.5-6).
Jesús se hizo su amigo. Este despreciado, como quizás algunos de nosotros, se sintió amado y acogido. Es el amor y la misericordia de Dios que toca el corazón y la mente de este hombre. Mientras los “puritanos” murmuraban contra Jesús. Él se hace amigo, lo acogió con misericordia.
Él nos tiende la mano, él nos salva. Toma la iniciativa porque quiere que nosotros, cada uno, cambiemos de vida.
Es el amor, reflejo de la misericordia de Dios, que hace que Zaqueo cambie su situación injusta, en una respuesta justa. No se fija más en el ídolo del dinero y del poder, sino en el amor misericordioso de Jesús que cambió su vida. No mira su situación pasada, dice muy decidido: “Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y a quien haya defraudado le devolveré cuatro veces más” (v.8).
¡Hermosa lección para los cristianos de hoy! Si nos hacemos amigos como Jesús, de quienes han errado su camino, con el enriquecimiento ilícito a costa de los pobres, les ayudemos a cambiar, como cambió Zaqueo, sino somos cómplices. La misericordia es un elemento importante en las relaciones sociales. Zaqueo tomó conciencia de la corrupción. Ejemplo tan actual para todos. “La corrupción es el pecado que, en lugar de ser reconocido como tal y de hacernos humildes, es elevado a sistema, se convierte en una costumbre mental, una manera de vivir” (Papa Francisco. El nombre de Dios es misericordia).
Zaqueo, comprende que la riqueza está al servicio de todos. Que no puede haber una sobre ganancia, lograda a veces, por el no pago de impuestos al servicio de la salud, educación y de servicios básicos, como lo hacen algunas empresas. Si no que la justicia de Dios, exige mirar la situación de los pobres. Él se despoja de sus bienes para compartirlos con los más necesitados. Aún va mucho más allá: sabe restablecer relaciones fraternas de justicia, devolviendo lo que ha defraudado cuatro veces más. La conversión, el perdón que Jesús le ofrece, es obrar en la realidad de la vida. Ser amigo de Jesús lo convierte en un discípulo y misionero en su propio ambiente. Es allí donde se da la salvación de Dios, cuando hay signos claros y concretos de revertir una situación injusta por una relación de justicia.
Zaqueo de no amado, se convierte en el amado. Su corazón se ha sensibilizado con el dolor y el gemido del pobre. Comprende la misericordia de Jesús. El efecto: su cambio de vida lo lleva a despojarse de sus bienes y a pensar en el bien común de todos.
Jesús exclama: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (v.9). Hoy Jesús llega a nuestro corazón para que cambiemos en nuestra vida personal y social. Él quiere ser tu amigo, convertirnos de corazón a la luz de la realidad de la vida. “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que estaba perdido” (v.10). (Fr. Héctor Herrera, O.P.)
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