Padre Miguel, Zbigniew y Sandro: ¿mártires?

Jueves, 26 Noviembre 2015 - 10:15am

Huaraz en Línea.- Según la enciclopedia católica, la palabra griega martus significa un testigo que testimonia un hecho del que tiene conocimiento; los Apóstoles fueron “testigos” de todo lo que habían observado en la vida pública de Cristo, así como de todo lo que habían aprendido con su enseñanza, “en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” ( Hch. 1,8).

El Padre Miguel, Zbigniew y Sandro fueron y son testigos de Cristo, han dado testimonio de Jesús, razón y ser de sus vidas. Ya Orígenes nos decía: "Todo el que da testimonio de la verdad, bien sea con palabras o bien con hechos o trabajando de alguna manera en favor de ella, puede llamarse con todo derecho: testigo". Ellos, mártires de la Diócesis de Chimbote, son testigos de la verdad, del evangelio, testigos de la vida, del amor y el amor es Dios. Por lo tanto, son testigos de Dios.

Ellos son mártires porque se han desgastado y han dado todo por Dios y por el amor a su rebaño. Los tres tuvieron la ocasión de escaparse, de irse ante la ola de violencia que vivía el Perú.

Monseñor Luis Armando Bambarén Gastelumendi y otras personas le dijeron que su vida estaba en peligro, que es mejor irse. Pero ellos respondieron con su vida y su testimonio, con su fidelidad y perseverancia, incluso con su muerte, hasta derramar su sangre con amor a Jesús, que los llamó para estar con él.

¿Qué significa ser mártir?
El mártir es el que dona su vida por la verdad y la verdad es Cristo. Mártir significa ser Testigo, dar testimonio de Aquel que lo ha llamado, Jesús. "Son ya mártires los que Cristo ha juzgado dignos de ser elevados por su confesión, habiendo sellado su testimonio con su partida" (Eusebio V, II). Padre Miguel, Zbigniew y Sandro son verdaderos testigos, testigos de Jesús, el buen Pastor. Testigos de la esperanza, de la fe y de la caridad.

El Concilio Vaticano II nos dice: "Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida por nosotros, nadie tiene mayor amor que el que entrega su vida por él y por sus hermanos. Pues bien, algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados, y seguirán siéndolo siempre, a dar este supremo testimonio de amor ante todos, especialmente ante los perseguidores. Por tanto, el martirio, en el que el discípulo se asemeja al maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a Él en la efusión de su sangre, es estimado por la iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor. Y aunque concedido a pocos, todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia " (LG 42, 51; GS 20).

Mártir es un don, una gracia, es un regalo de Dios, es confirmar la fe, la autenticidad de su vida coherente, transparente por la Santísima Trinidad. Ellos fueron fieles a Dios; por eso, nadie les quitó la vida, ellos lo dieron libremente como su amado Maestro y Señor Jesús. Murieron por que creyeron firmemente en Jesús, en su promesa de salvación.

Su amor a Jesús lo demostraban a través de sus gestos, de su entrega, de su vida, de su testimonio, de su ayuda para con los otros Cristos (prójimo). Fueron hombres de oración, humildes como su maestro Jesús.

“Hoy la Iglesia es la Iglesia de los mártires: ellos sufren, ellos dan la vida y nosotros recibimos la bendición de Dios por su testimonio” (Papa Francisco). Cómo no dar fe, de la entrega generosa, de la vida de nuestros mártires. Esteban fue el primer mártir, que entregó su vida por Jesús y nuestros mártires de la Diócesis de Chimbote también son mártires porque lo dejaron todo (casa, tierra, idioma, amigos) por Jesús. Como no estar agradecido a Dios por habernos dado el honor de conocerlos y amarlos. Todos estamos llamados a ser mártires como son los primeros mártires del Perú.
Mártir, por lo tanto, no es sólo el que derrama su sangre sino que lo es también aquel que día a día da su vida por sus hermanos en el servicio del Evangelio Somos testigos de su compromiso, de su entrega generosa, de donación por Jesús y por el pueblo encomendado.

Vivamos esta fiesta de su beatificación, preparémonos en oración, con nuestro tiempo, con nuestra generosidad, acogiendo a los peregrinos, pero ante todo con nuestro testimonio de vida. Padre Miguel, Zbigniew y Sandro: son verdaderos mártires; fueron fieles a Dios.

Nadie les quitó la vida, ellos lo dieron libremente como su amado Maestro y Señor Jesús. Fueron hombres de fe, de oración, humildes como el Hijo del Hombre. No solo proclamaron la Palabra de Dios, sino que su vida es y será la Palabra viviente de Dios.

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