Huaraz en Línea.- Lc 17,11-19: Jesús camina a Jerusalén, pasa entre Samaria y Galilea, le salen al encuentro diez leprosos. Eran marginados sociales, porque la lepra los excluía de todo contacto humano. Si eran sanados, según la Ley judía, debían presentarse al sacerdote, para que certificara que estaban sanos. Uno, de los diez, al verse sanado, vuelve alabando y dando gracias a Dios. Se postra ante Jesús (v, 15-16), quien le pregunta ¿No quedaron limpios los diez? ¿Y los otros nueve dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gloria a Dios, sino este extranjero? (v.17-18).
Este extranjero era un samaritano, un rechazado por los judíos, un hereje, él sí tenía fe. Ha sido sanado por el poder de la Palabra de Dios. Se siente agradecido con Jesús. Ve mucho más allá de su sanación física. Ha sido tocado en lo profundo de su corazón, ha descubierto el don de la gratuidad y la misericordia de Dios, se inclina para dar gracias a Dios por la salud recibida. Comprende que la salvación no es para el pueblo elegido. Esos nueve estaban más preocupados por el cumplimiento de la Ley, (cf. Lev 13,45; 14,1-32), que ser agradecidos.
¡Cuán agradecidos debemos estar con Dios! Él quiere sanarnos de las enfermedades, de la pandemia de la corrupción, de las lepras morales que circundan nuestra sociedad, donde se pretende lograr el poder, no importa si destruyendo a la otra persona, la ambición del dinero antes que el servicio, la injusticia y el adormecimiento de las conciencias son obstáculos para recibir la sanación de Dios.
¡Levántate, vete, tu fe te ha salvado! (V.19), le dice Jesús al samaritano. Es la fuerza de la Palabra viva de Jesús, que nos dirige hoy: Pongámonos de pie para emprender un nuevo camino. Confiemos en la Palabra de Dios que edifica y construye nuevas vidas. Comprometámonos con Cristo para revestirnos de sentimientos de generosidad, de gratitud. Busquemos que el amor de Dios sea reconocido en las acciones cotidianas para saber dar gracias a Dios por el don de la vida, para que las autoridades se preocupen por acoger y ayudar a sanar a los más pobres. Dar alimento a los niños y superar la realidad de pobreza y desnutrición. Educar a nuestro pueblo, liberarlo de toda manipulación, crear una conciencia ciudadana crítica, transformar nuestra mente y corazón para saber elegir bien a quienes nos representen y lograr un desarrollo integral de una nación.
Nuestra sociedad necesita redescubrir a este Dios misericordioso que nos muestra Jesús. Este Dios que ama la vida y quiere lo mejor para sus hijos. Es reconocer el amor de Dios amando a los hermanos, en las circunstancias más difíciles.
La fe en Jesús, es lo que motivó al samaritano, a volver porque había descubierto a ese Dios que acompaña, que está más allá de la Ley. Él le abrió los ojos a la Buena noticia. Todos estamos llamados a abrir los ojos y a ponernos en camino para ser nuevas personas, ser agradecidos con Dios, colaborando en defender la obra de la creación, sembrando la limpieza de vida que nos libere de las lacras morales que empañan esa presencia amorosa y cercana de unos a otros.
Seamos agradecidos y misericordiosos en todo momento. Oremos y trabajemos para que la luz de Cristo ilumine nuestros corazones y el corazón de la sociedad, para ser sanados y construir una sociedad libre de toda lepra moral. (Por fray Héctor Herrera, O.P.)
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