Huaraz en Línea.- Hay muchos tabúes en el mundo del trabajo. Algunos de ellos están tan normalizados como la discriminación, la estigmatización o la explotación. Situaciones de las cuales preferimos no hablar porque “así funciona” nuestra sociedad. A quienes nos incomoda, intentamos ignorarlos, pero –al parecer- no hay manera.
En esta época del año, miles de jóvenes están buscando trabajo. Especialmente, los que egresan de la secundaria y que fluctúan entre los 15 y 20 años de edad. Jóvenes de todo el país que alimentan las altas cifras de desempleo, sub empleo y deserción escolar. Y así cada año, el drama de la búsqueda de “chamba” por jóvenes que egresan de la secundaria, de los institutos, de las universidades o que viajan fuera de sus lugares de nacimiento; es tan común que ya no nos inmuta.
Cuando una persona va en búsqueda de empleo, vive a flor de piel miles de estos tabúes que se presentan desde el momento en el que se está sin empleo. La frustración, la ansiedad, la presión por encontrar una fuente de ingreso es tan solo la punta del iceberg que desencadena una serie de problemáticas sociales que van desde el debilitamiento de la salud mental de la persona, hasta la hipoteca de su propia dignidad humana.
La presentación y contenido de nuestros Currículums expresan cuestiones de clase. La ropa con la que asistimos a una entrevista de trabajo, la formación que hemos elegido o hemos podido acceder y los trabajos a los que postulamos, obviamente, también lo son. Y desde ahí empiezan los tabúes.
¿Qué es lo peor que nos pueden decir en una entrevista laboral? Que no se cuenta con la experiencia necesaria o la famosa frase “ahorita no, joven”. Si se logra pasar el filtro de la experiencia, viene la segunda cuestión complicada de responder: la expectativa salarial. Un joven sin experiencia que por primera vez ingresa al mercado laboral, es sinónimo de “mano de obra barata”. No hay espacio para la negociación, solo aceptar.
Los jóvenes en el Perú terminan la educación secundaria y no pueden continuar estudiando por factores económicos y eligen la opción de trabajar, se encuentran con otra realidad: no es tan fácil para ellos hallar empleo, por la falta de experiencia. Esto les conlleva a pasar largas temporadas de inactividad o ingresan a una dinámica de empleos informales, en malas condiciones y sin los beneficios ni derechos laborales contempladas en la ley.
La necesidad de trabajar nos hace tocar las puertas de los familiares y amigos más cercanos. Los famosos “contactos” que podrían tendernos una oportunidad. Y ahí descubrimos otros tabúes: concursos públicos con nombre propio, te descuentan un porcentaje de tu sueldo como pago al “favorcito” de haberte contratado o aceptar invitaciones y salidas de los superiores o compañeros. En el mejor de los casos nada de ello sucede. En el peor de los casos te hacen pagar “derecho de piso”.
Los jóvenes que migran de las regiones, padecen una serie de estigmatizaciones y discriminaciones que no solo afectan su inserción laboral sino su propio desenvolvimiento en la sociedad. Si no se sigue un estándar formal, si no te adaptas al ritmo de la empresa o si sueles expresarte en tu lengua nativa, tienen puntos menos en espacios donde no se comparten patrones culturales afines o visión de integración multicultural.
Seis de cada diez jóvenes no acceden a ningún tipo de educación superior. Y los que sí acceden, buscan educación de calidad y que lo que estudien sea pertinente a la demanda inmediata de encontrar empleo en condiciones dignas y óptimas. Cuando se observa el lado de la oferta educativa, cuatro de cada diez jóvenes elige la universidad y tan solo 1 es estudiante técnico.
Según la encuesta de demanda ocupacional que hace el Ministerio de Trabajo (MTPE-2019), los empleadores de los sectores más dinámicos buscan contratar, como porcentaje de todo lo que contratan, un 80% de estudiantes técnicos y 20% de estudiantes universitarios. Se aprecia una brecha entra la demanda laboral y las preferencias de los jóvenes peruanos.
Una carrera universitaria es más inversión de tiempo y recursos, pero te da unos puntos demás en el Currículum y las familias se esfuerzan porque sus hijos obtengan un título universitario, optando por ofertas universitarias acordes a los ingresos familiares. Se suele sacrificar los estudios de otros integrantes del hogar para que al menos uno de los hijos, sea universitario y rompa con la herencia de muchas familias humildes.
Los estudiantes técnicos son discriminados o subestiman su trabajo y esas son experiencias de desigualdades que afrontan los jóvenes a la hora de buscar empleo y que están relacionados con los recursos con que cuenta el joven, su hogar y su entorno. A pesar de que son los más solicitados en el mercado laboral, afrontan situaciones desiguales a la hora de buscar empleo. Las transiciones de los jóvenes en el empleo, en lugar de ser progresivas, también pueden ser regresivas, pues la posibilidad de perder un trabajo o pasar de un empleo adecuado a otro inadecuado es considerablemente alta.
Hay otros factores como género, raza, lugar de residencia, formación pública o privada, que complejizan la situación de las miles de historias de los jóvenes que en estos precisos instantes vienen dejando múltiples CVs, siguen pasado decenas de entrevistas, o sometidos a los eternizantes periodos de prueba y que están a punto de rendirse y optar por lo más rápido porque la comunidad y el Estado no hace los esfuerzos suficientes para reparar el divorcio entre mercado laboral, formación educativa y oferta laboral.
Es importante reparar esa brecha, pero también urge alentar y fortalecer los esfuerzos que hacen miles de jóvenes por generarse sus propias fuentes de ingreso a través de sus emprendimientos comerciales y que afrontan infinitas barreras burocráticas, procesos carísimos de formalización y nulo acceso a créditos comerciales. Mientras menos desiguales y excluyentes sean las condiciones de una sociedad, las condiciones de vida mejoran.
Hay más tabúes y la única forma de superarlos es evidenciándolos, porque no es normal que el derecho al trabajo esté condicionado por una forma de organización de la economía que precariza la vida y condena a generaciones enteras a ni siquiera poder hacer planes a futuro. (Por: Alejandra Dinegro Martínez - Otra Mirada)
¿Cuál es la historia detrás de su CV?
Comentarios