Huaraz en Línea.- Juan Bautista, estaba con dos de sus discípulos, Andrés y Juan. Al ver pasar a Jesús, les dice: “Ahí está el Cordero de Dios” (v.35). Lo siguen y le preguntan ¿Dónde vives? Vengan y vean (v.39). Experimentaron dónde y cómo vivía y se quedaron con él. Siguieron a Jesús porque encontraron en Él un nuevo sentido a su vida. Para ser discípulos hay que encontrarse con Jesús y experimentar la fe. Es la iniciación de todo discípulo, dejarse conducir por Jesús para creer y vivir un estilo de vida, y comunicar a los demás esta experiencia de fe, como lo hizo Andrés con su hermano Simón Pedro: “Hemos encontrado al Mesías, a Cristo” (v.41)
El encuentro con Jesús, de estos discípulos transforma sus vidas y sienten la necesidad de comunicarlo y anunciarlo a los demás. Es su experiencia personal, la que los hace alegres y capaces de comprometerse con Jesús. Porque Él es la Palabra de vida: ejemplo y testimonio de su entrega total. “Él es el primer y más grande evangelizador enviado por Dios (Lc 4,44) y, al mismo tiempo el Evangelio de Dios (Rom. 1,3). Como hijos obedientes a la voz del Padre, queremos escuchar a Jesús (Lc 9,35) porque Él es el único Maestro (Mt 23,8). Sus palabras son espíritu y vida (Jn 6,63.68) (D.A. 103).
Jesús es el Cordero victorioso que nos libera de toda esclavitud y opresión, de toda fuerza del mal. Jesús quita el pecado del mundo, porque su camino es servicio humilde desde la pobreza y entrega hasta su muerte. Él nos consigue la salvación total. Con Él podemos emprender una nuevo camino-, para ser personas auténticas. Él suprime de nuestra vida toda opresión.
Estamos llamados por vocación a ser testigos de palabra y de obra, de modo que la gente vea coherencia de vida y compromiso, y nos realicemos como personas.
Vivir nuestra vocación cristiana es un llamado constante de Jesús: “Vengan y vean” (v.39). Él nos indica la experiencia del amor, la justicia, la libertad, trabajando como Iglesia por la dignidad y mejores condiciones de vida más humana para todos.
Nuestra vocación cristiana vivida en comunidad, nos lleva a ser conscientes que “existe una miseria, que con frecuencia es el resultado de injusticias y provocada por el egoísmo, que comporta indigencia y hambre y favorece los conflictos. Cuando la Iglesia anuncia la Palabra de Dios, sabe que se ha de favorecer un “círculo virtuoso” entre la pobreza “que conviene elegir” y la pobreza “que es preciso combatir”, redescubriendo “la sobriedad y la solidaridad, como valores evangélicos y al mismo tiempo universales…Esto implica opciones de justicia y de sobriedad” (V.D. 107. La Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia).
Busca a Dios en el silencio y te encontrarás con Él, descubrirás un nuevo sentido a tu vida y la alegría de servirlo humilde en tus hermanos. (Escrito por fray Héctor Herrera, o.p.)
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